Camino ciudades por las que alguna vez caminamos juntos, busco re habitar espacios, mirarlos de nuevo (y como si fueran nuevos), aprensar, olvidar, dejarme pillar por el asombro y la curiosidad. Hoy el cielo está encapotado y hace un grado bajo cero, o dos. Quiero ir ahí a donde no me dejaste, porque vos ya lo habías visto, porque para qué, porque no vale la pena, porque conozco algo mejor. No sé leer el mapa y no tengo sentido de la orientación, pero no me importa; por una vez, confío y estoy segura de que voy a llegar. Me envuelvo en la bufanda, me cierro la campera y me pongo la capucha. Empieza a gotear. Me arrepiento de haber regalado mis guantes. Con la poca señal que tengo, me paro frente a un monopatín eléctrico y lo alquilo. Nunca manejé uno. Consigo hacerlo andar y tomo velocidad (toda la velocidad que se puede). Aguanieve en el rostro y un viento que parece tajarme la piel me recuerdan que todavía estoy viva… y que allá voy.

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