Hace poco revelé películas viejas y otras no tan viejas. Las hojas están vacías y acompaño la espera. Es lo que hay, lo que toca, lo que tengo. Creerse quieto, a veces, es puro movimiento. Aunque lento, resisto y camino. Busco conmoverme con pequeñas cosas, no perder el asombro, mantener la fe. Robo imágenes al mundo para construir mi propia memoria y ejercitar el pensamiento. Me hago demasiadas preguntas, todo el tiempo, a toda hora, hasta en sueños. Escucho, miro, aprendo. Intento encapsular el instante, recuperar un tiempo antiguo, pasado de moda, en peligro de extinción. No puedo, no recuerdo y sin embargo, siento. Entonces me desdoblo entre el frenesí cotidiano y el derecho a la pausa que no encuentro.

Voy hacia allí. Una pulsión. Un deseo.

Todavía escucho algo, a lo lejos y en susurros.

¿Será la lluvia, por fin, mi lluvia?

Y además, no sabía que podían doler tanto los pies.

 

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