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Desafíos ante la persistencia del odio: Reflexiones sobre la Violencia hacia las mujeres y la comunidad LGBTIQ+ en una Argentina actualmente dominada por la ultraderecha. 

En mayo de este año Manuel Lozano, director de la Fundación Sí, dijo en el programa radial Urbana: “En cada uno de mis cumpleaños, de todos los que me acuerdo, uno de mis tres deseos era pedir por favor no ser gay”. También contó que el primer psicólogo al que él se animó a decírselo, durante cien días le mandó un correo en el que le explicaba cómo suicidarse; su familia también lo rechazó, y hasta mudaron a su hermana de ciudad. El relato de la experiencia de Lozano llegó en respuesta a los dichos de Nicolás Márquez, autor de la biografía del presidente de la Argentina Javier Milei, quien también en un programa radial, en este caso Radio con vos, calificó la homosexualidad como “una conducta objetivamente insana y autodestructiva”. No fue este un hecho aislado ni casual: desde hace meses la violencia y la discriminación están, como se dice, a la orden del día. En noviembre del año pasado, por ejemplo, el Presidente sostuvo: “Por mí que se casen con un elefante”; la canciller Diana Mondino: “Si vos preferís no bañarte y estar lleno de piojos, es tu elección”; y Carlos Rodríguez, asesor económico de Milei: “Si veo dos hombres besándose, me duele la barriga”. Además de Lozano, respondió con ironía el escritor y periodista peruano Jaime Bayly: “Cada vez que yo besaba a mi novio, al clandestino torturado o al otro, yo me estaba restando meses de vida; cada vez que nos apareábamos, nos friccionábamos, nos rozábamos, nos coludiamos estaba yo robándome meses y acaso años de vida”. Y Florencia de la V, famosa conductora argentina, escribió en el Diario Página 12: “El ser humano no nace con odio y con intolerancia a la indiferencia. Es una inversión de su esencia ser así. Las personas como Márquez son los verdaderos invertidos”. Ese aluvión en defensa de la libertad y del amor se sintió, pero más se sintió la rabia y la pena, con la noticia de que, unos días después de los dichos de Nicolás Márquez, el domingo 05 de mayo, pasadas las 23:30 hs, un hombre llamado Justo Fernando Barrientos tiraba un explosivo casero en la habitación de un hotel donde dormían dos parejas de mujeres. El hecho terminó en un triple lesbicidio que se llevó la vida de Pamela Cobas, Roxana Figueroa y Andrea Amarante, que no pudieron escapar de las llamas porque el agresor había bloqueado la puerta de salida. Sofía Castro Riglos, única sobreviviente, sufrió lesiones y debió ser internada en el Hospital del Quemado. Una semana después Manuel Adorni, vocero presidencial, twitteó una captura de la Real Academia Española: “La palabra lesbicidio no está registrada en el diccionario”, y a fin de mes, en la entrega de los Premios Gardel, la artista Lali Espósito respondió: “pero está en la calle, está en la vida real de mucha gente (…) no nos acostumbremos a escuchar estas historias (…) porque es la vida de nuestros amigos, de nuestros amores”. 

Hoy el triple lesbicidio ya dejó de ser noticia y escribir sobre él parece antiguo, desfasado, inútil, sin sentido. Tampoco hay marchas para exigir al gobierno de turno que no desfinancie los programas para combatir las violencias de género. No hay escándalo fuera de pequeños grupos, arraigados en la militancia o en el dolor. Las luchas se abandonan y se acumulan. La vida sigue y la ultraderecha se abre paso en el mundo; entra a nuestros trabajos, circula por las calles, escribe en los pizarrones, se sienta a comer en nuestra mesa.

Lo que aquí escribo podrá publicarse y compartirse, pero es seguro que también se desvanecerá mañana, y cuando haya otro crimen que luego quedará viejo. Entonces me pregunto: ¿Cuántas respuestas más faltarán para combatir el odio? ¿Cuántos e-mails habrá que enviar para que se olviden cien? ¿Cuáles serán nuestros deseos de cumpleaños… nuestras instrucciones para vivir y para amar? ¿Y cómo haremos para reponer cuando reponer es imposible? 

 

Nunca pasa nada

Calles de tierra roja levantan un polvo que, suspendido en el aire, se confunde con la niebla. Un pequeño barrio de viviendas celestes, un tractor fuera de funcionamiento; gallinas, perros y caballos de ojos negros y cabellera marrón que pastan delicados y en silencio. Una casa de material sin terminar; junto a ella, un montículo de arena y ladrillos huecos. De una soga cuelgan sábanas, toallas, medias y ropa de toda una familia, telas que se balancean apenas por una brisa que cada tanto surge y se aplaca. Una orquesta de grillos, la cancha de fútbol iluminada por la luna llena de abril, el césped recién cortado y mojado de humedad. El croar de las ranas agazapadas en el zanjón, la casa de Doña Neli, un cartel de “hay hielo”, sillas de plástico apiladas y luces apagadas. En esta zona las casas tienen galerías frontales: de día se sacan silletas y se toma mate, pero ahora, ya de noche, son el refugio perfecto para tumbaolla sin hogar. Antenas de Directv, la fábrica, el rincón del curandero lleno de madera y hierros oxidados, la ferretería, los mosquitos.

De madrugada, Cerro Corá se divide entre los que se divierten en el Tinglado y los que duermen, aunque sucede que esta noche, fuera de la bailanta, alguien está despierto en la Comisaría. Se trata del Oficial Kurtz, un joven de veintitrés años recién recibido y trasladado al pueblo, que toma café y cabecea frente a un antiguo escritorio. Es su primera guardia, y si está solo es porque sus compañeros lo dejaron para que se ganara el derecho de piso, aunque también le aclararon que iba a aburrirse de tanto papar moscas, porque en Cerro Corá nunca pasa nada. 

Las paredes de la Comisaría están carcomidas por el moho. Se escucha una radio paraguaya de fondo, muy bajo, algo casi imperceptible. De repente suena el teléfono y Kurtz, sobresaltado, se vuelca el café en el uniforme. Sin decir nada levanta el tubo y escucha. Se lo ve tenso. Luego de cortar el teléfono, abre el cajón del escritorio, toma su placa, se acomoda la cachiporra y corre al patrullero. Con las manos aferradas al volante, observa el medidor de combustible, en rojo. Arranca el motor y, contra todo pronóstico, sale a la ruta hasta perderse en la niebla.

En la noche espesa y silenciosa, por primera vez en muchos años el Tinglado apagó la música antes del amanecer. Al llegar a la entrada Kurtz estaciona, y a través del parabrisas ve que la enfermera del pueblo intenta reanimar a una chica de quince o dieciséis años, con el labio partido y una herida en la frente; junto a ella, un chico se toca la nariz, torcida y sangrante. El Oficial saca un bloc de notas del bolsillo y ve que no trae lapicera; abre la guantera y toma una pequeña grabadora de voz analógica.

El medidor de combustible titila. Desde la oscuridad de los pastizales, un buey instala en el aire un grave berrido. Con las luces azules del patrullero que iluminan la escena, Kurtz apaga el motor y respira hondo.

 

Testimonio N°1 – Sta. Azucena del Río – Cassette Lado A

 

Yo le dije que no se metiera pero no me hizo caso y se metió. La pobrecita ligó un botellazo en la cara y, mire usté, le partió el labio. Egidio también le pegó un bife, o eso dicen, pero yo eso no lo vi porque justo me fui al baño, pero lo creo porque Egidio siempre fue mano suelta, aunque pegarle a Viviana justo cuando ella salta a defenderlo… Eso sí está mal, eso no se perdona, se condena. 

La riña empezó porque Egidio se metió con Analía, la de la peluquería de ahí a la vuelta de lo de Doña Neli, que anda a los besos con Salomón pero después dice que no son novios ni nada, así que bastante rapidita la peluquera… Rapidita y viva, porque cuando Egidio le gritó guampudo a Salomón, ella fue la primera en largarse a correr. Bomba de humo, vaya una a saber a dónde se fue… 

La gente armó un círculo y en el medio quedó Salomón, que se arremangó esa camisa blanca a rayitas celestes que lleva puesta y después tiró al aire la primera trompada, que le acertó a Egidio en la nariz pero el que se manchó la camisa fue el mismo Salomón, y eso sí que no sale, ya le digo yo, que si sabré de manchas… Si no la remojan ahora, alpiste, perdiste… Y con el lío que hay, yo no creo que vayan a llegar a tiempo… 

Yo quería ver la pelea, como todos, pero la verdad es que me hacía pis encima, así que salí. Como para el baño siempre hay cola, acostumbro a usar vestido, ¿sabe?, así que crucé la ruta y me bajé la bombacha… Dicen que fue ahí cuando la Viviana se metió a separarlos y gritaba: ¡paren, animales, que se van a matar!, ¡paren!, y mientras decía eso, ¡PUM!, un derechazo de Egidio la dejó estúpida, y después, ¡PUM!, un botellazo voló por el aire y le aterrizó en la cara. Viviana cayó y la cabeza le rebotó varias veces contra el cemento. Eso me dijeron, porque yo llegué justito después, con el patovica, pero bueno, los patovas siempre llegan cuando la mierda ya pasó…

 

Testimonio N°2 – Sr. Roberto Sánchez – Cassette Lado A

 

Estábamos meta baile con lo vago, meta vino y porquerías, cuando Salomón empujó a Egidio. Fue de puro caú, pero Egidio es de pocas pulgas y se la devolvió; ahí fue que Salomón se arremangó la camisa y de una piña le partió el tabique, como para que le quede claro. Carlos cortó la música pero lo vago, re loco, se pusieron a cantar “piña va, piña viene, los muchachos se entretienen…”.   

Viviana trató de meterse, que es lo que no hay que hacer: meterse. Egidio la agarró del brazo y se puso adelante pa defenderla, pero no va que justo revolean al aire una botella.

Pudo ser cualquiera, Analía, Viviana, la Negra, Axel, Betiana, Alejandro, Sabrina, el Juli, Esteban, Luciano, el Bichi, Marquitos, Kevin, el Enano… yo no sé quién fue, estaba oscuro. Como la guaina no reaccionaba, Salomón se asustó y dijo que no quería lastimarla…

 

Testimonio N°3 – Sta. Analía Horrisberger – Cassette Lado A

 

Disculpe, Señor Oficial, pero no puedo ayudarlo. Cuando empezó la riña me asusté porque eso nunca termina bien, pero ver no vi nada… Bueno, salvo cuando Azucena empujó a la pobrecita de Viviana al centro de la pista. Eso sí vi, se lo juro por mi abuela Tita, que en paz descanse… Y ojalá pudiera decirle más.

A Azucena, Viviana nunca le cayó bien, ¿sabía?

 

Testimonio N°4 – Sr. Egidio Méndez – Cassette Lado A

 

Yo estaba bailando de lo más tranquilo y de pronto me dieron un empujón que casi me caigo al piso. Así, sin más. ¿Qué iba a hacer? Me defendí. Igual Salomón será un guampudo de mierda, pero cobarde no es, ¿para qué le voy a mentir? Me pegó de frente, como un hombre. 

Vivi se metió a separarnos y ahí se pudrió todo… ¿Ya le avisaron a mi vieja? Se va a pegar alto julepe… Igual Viviana se va a recuperar, porque no fue grave ¿no? 

¿Cómo le voy a pegar a mi hermana? ¿Me toma el pelo?

Con Salomón íbamos a darnos mano a mano, como tiene que ser, pero ahí fue que un hijo puta tiró una botella.

Cuando sepa quién fue, le juro que lo mato.

Es que no entiendo por qué no me deja ir, si yo no tengo nada que ver. ¿No me ve la nariz rota o es ciego?

Yo a Vivi la amo, usté no sabe lo que es esa gurisa. De chiquitos parecíamos los dos mandados a hacer para las macanas… Una vez le robé el aire comprimido al viejo, tendría yo unos seis, siete años, pero me acuerdo como si fuera ayer. Le exploté los vidrios a la municipalidad, y el viejo cuando se enteró me dio con la guacha un buen rato. Fue Vivi la que lo hizo parar, me defendió, le dijo que era idea de ella… Eso para que vea lo bien que nos llevamos… Y a ella el viejo ni la tocó, es su debilidad, se muere por la Vivi… Cuando se entere se va a poner como loco, va a pensar que fue culpa mía… 

Le juro que yo solo vine a bailar, como todos los fines de semana, porque tampoco es que acá en el pueblo haya otra cosa para hacer… Yo no quería bardo, soy buen pibe… Le corto el pasto a Doña Neli, pregúntele por mí, dele, va a ver que solo tiene cosas buenas para decir… Y con Salomón nada, ya está… Ya vamos a arreglar las cosas pero entre nosotros, de hombre a hombre… 

¿Está bien Vivi?

¿Entonces fue culpa mía?

 

Testimonio N°5 – Sr. Salomón Pereira – Cassette Lado B

 

El que empezó todo fue Egidio, yo no hice nada… Bueno, sí, a él le pegué una piña, pero nada más. Defensa propia le dicen, ¿sabe?

Fui yo solo, anote eso. No había nadie conmigo, Alejandro no estaba.

¿Alejandro? Mi mejor amigo, el Pela le decimos, ¿no le conoce? Es el hijo del Intendente… 

No, eso no lo anote. No anote nada, si le digo que él no estaba. Creo que justo fue al baño. 

No, no sé de dónde vino el botellazo… Igual la Viviana ¿para qué se anda metiendo?

¿Qué es lo que anota?

Estoy tranquilo.

Sí, ahí fue cuando el Coki se abrió paso entre la gente y se llevó arrastrada a la Vivi. 

Ya sé lo que usted hace y está mal, porque yo soy menor y mis viejos no están. Además, no fue mi culpa, ya le dije, yo solo me la agarré con el Egidio.

Deje de anotar, le digo.

¿Usted sabe quién soy?

 

Testimonio N°6 – Sr. Carlos Skulimoski – Cassette Lado B

 

Son cosas de chicos, mejor no te metás.

La noche venía bien. A veces se pelean, sí, pero es normal, se chupan y se desconocen. Una vez se agarraron a machetazos, imaginate. Yo los separé como pude. A uno le tajearon la cara, pero no eran de acá… Acá es tranquilo, nunca pasa nada…

No, yo de Alejandro no hablo. 

Vos porque sos nuevo.

Igual los que se agarraron fueron Egidio y Salomón. Yo nunca los había visto así… Pero por una guaina uno pierde el marote… ¿Vos viste lo que está la Analía?

El personal de seguridad estaba en la puerta, debe haberse demorado en entrar nada más. Se llama Coki, buen pibe, es huérfano el pobre. A él no lo jodas.

Mirá… Oficial… ¿Kurtz dice? Acá tenemos todo en regla, si no, preguntale a Acosta.

Sí, ya sé que Acosta es el papá de Alejandro, pero también es el que maneja todo acá y el gurí no tuvo nada que ver.

Puede ser que le haya dado una propina al Coki, pero por ayudarle, si ese es un muerto de hambre… 

Ya te dije, son cosas de chicos, no te metás.

 

Testimonio N°6 – Sta. Betiana Tacone – Cassette Lado B

 

Soy amiga de Viviana, la mejor amiga, somos como primas, más que primas, como hermanas somos… Nos criamos juntas y sabemos todo una de la otra. 

Pasa que Viviana estaba saliendo con Alejandro pero le cortó y el imbécil no lo pudo soportar. Día y noche le mandaba mensajito. Se lo juro, le iba a buscar a la casa, la perseguía, si yo le ví. Aparte a mí Vivi me cuenta todo. 

La semana pasada él le dijo que más vale se arrepienta y vuelvan o la iba a pasar bien mal. Viviana se largó a llorar y él le dijo que no se olvide que ella era una mosquita muerta y que ni se le ocurra abrir el pico porque se arma, que su papá iba a ponerle a toda la familia de patitas en la calle y se iban a quedar sin nada…

Por eso Viviana no quería venir, pero como a mí me gusta Robertito la convencí… Así que sí, para mí lo de Alejandro fue planeado, seguro. Le pidió a Salomón que armara bardo como excusa, si Salomón siempre fue un pan de Dios… Y del Egidio ni te hablo, si no me enamoro de él es porque con Vivi hicimos un pacto: con los hermanos de la otra no… 

Yo le vi al Pela apuntarle a Vivi con la botella. Estaba como ido.

Igual por favor no diga que fui yo la que le contó.

 

Testimonio N°7 – Sta. Blanca Wall – Cassette Lado B

 

Yo no creo que anduvieran juntos. Si Alejandro puede elegir a la que quiera del pueblo, ¿por qué va a andar con la Viviana? Nada que ver… Igual lo ví tirar la botella, pero seguro le apuntó a Egidio.

Yo llamé a la Policía, sí. Viviana será lo que será, pero estaba inconsciente y con la cara toda reventada.

 

El Oficial Kurtz apaga la grabadora y se desabotona el cuello de la camisa. Está sentado en una sala de interrogatorios improvisada en el depósito del Tinglado. Un tubo frío ilumina el espacio. Hay cajas, botellas, sillas apiladas y una pequeña ventana rectangular con mosquitero. Las baldosas transpiran casi tanto como Kurtz, que se levanta y sale.

 

—Don Carlos —dice y pasea la mirada por el local—. ¿Alejandro…?

—Mejor no armar quilombo, ya te dije ya…

 

Un grupo de chicos espera en la puerta, y Kurtz se acerca decidido a preguntar:

 

—¿Dónde está Alejandro?

 

Nadie se anima a hablar, pero de entre la gente sale Betiana con la mirada gacha a decir:

 

—Perdón, Oficial, me equivoqué.

—¿Qué le pasa, señorita?

—Si me puede tomar declaración…

—¿De nuevo?

—Le mentí, por los nervios…

 

Se levanta un cuchicheo. Salomón, parado junto a Betiana, la toma del brazo; ella da un paso al frente justo cuando Acosta entra al Tinglado y se hace silencio. Carlos sale de atrás de la barra para saludar:

 

—Bienvenido, Intendente… 

 

Acosta mira a los chicos y les sonríe:

 

—Vamos para casa… Qué van a decir sus mamás, que andan yirando hasta quién sabe qué hora… Vamos.

 

Kurtz, confundido, se adelanta a cortarles el paso. Con voz temblorosa dice:

 

—No se pueden ir.

—¿Cómo que no, Oficial?

—Tengo que tomarles los datos, y su hijo tiene que acompañarme a la comisaría.

 

Acosta lo ignora y le repite a los chicos que vayan a sus casas. Los chicos agradecen y salen en fila, como soldados. Betiana mira al Oficial Kurtz con los ojos vidriosos, y después sigue a los demás. 

 

—A la chiquita esta ya la trasladé a Posadas… Todavía no se despertó, pero usted no se preocupe que los gastos están cubiertos, va a estar bien atendida… —Kurtz lo mira sin decir una palabra—, pobre guaina… qué culpa tiene de emborracharse hasta dársela contra el piso… Pero las chicas hoy en día no tienen educación, ¿vio? Con toda esta cosa de la libertad, los derechos y no sé qué cuento… La juventud está perdida… Pero para eso estamos nosotros, para arreglar las cosas.

 

Acosta le da al Oficial Kurtz una pequeña palmada en el hombro, pero de inmediato lo agarra con fuerza y le dice:

 

—La noche terminó… ¿Usted no está cansado, Oficial?

—Estoy bien.

—Es su primera guardia, ¿no?

—Sí.

—¿Y los muchachos le dejaron solo? Son bravos eh…

—Estoy bien.

—Mejor vaya a su casa, descanse… 

—Cuando termine —responde Kurtz y con eso Acosta suelta una carcajada.

—No se preocupe, hombre, que yo ya hablé con sus superiores…

 

Con la presión de la mano del Intendente sobre el hombro, Kurtz intenta echarse hacia atrás, pero Acosta lo sujeta.

 

—Son cosas de chicos, ¿sabe? 

 

Los ventiladores de techo están al máximo y aún así hace calor. Carlos repasa la barra con un trapo húmedo y roto. Sin soltar a Kurtz, Acosta se gira hacia él y pega un grito:

 

—¡Marche un trago acá para el Oficial!

 

Carlos prepara un vaso de ginebra con hielo, y con un gesto de cabeza Acosta invita al Oficial a sentarse. 

 

—No querrá hacer enojar al Comisario…

 

Kurtz mira al Intendente, y después obedece arrastrando los pies; se saca la placa del bolsillo y la apoya en la barra. Acosta saluda a Carlos con un fuerte apretón de manos y se retira. 

 

La luz de la mañana entra a través de los ventanales. Suena música gaúcha y el Oficial Kurtz ya duerme con la boca abierta mientras una mujer baldea sangre, vidrios rotos y mugre acumulada. 

 

 

 

*Cuento publicado en: El Arte de la violencia, Colección Transmedia Núm. 3

**El tercer número de la colección Laboratorio Transmedia (ISSN: 2794-0861) contiene trece relatos escritos durante el curso 2021/2022 por estudiantes del Máster universitario en Escritura Creativa de la Universidad Complutense de Madrid.

***Puedes descargar el libro completo y gratuito en el siguiente link: https://docta.ucm.es/entities/publication/154cb9dd-4c58-43c8-acef-a7385b67c1d9

 

Portada: Carlo Amado

Nosotros contra el tiempo

El clima de la semana auspicia una tormenta larga y las medidas del nuevo Presidente del INCAA una angustia devastadora. Nosotros tenemos en manos y corazones una película independiente, llena de exteriores noches, un plan de rodaje apretujado, ansiedad y mucha hambre de filmar. El lunes, el pronóstico abre una ventana entre las 18 y las 00hs. Decidimos arriesgarnos y confiar en esa bendita ventana que, al final, no se abre. Terminamos en la base, que es mi casa, un poco mojados, cenando tortillas y replanteando agendas. Jornada perdida, dinero perdido, ganas acumuladas. El escenario de crisis no ayuda, no da margen, no da respiro. Con Fede salimos al balcón, contemplamos la lluvia y nos preguntamos si hay que filmar o si hay que encadenarse en la sala de nuestro mítico Cine Gaumont (a mí me gustaría poder hacer las dos). El martes por la mañana leemos una nota optimista que Javier Diment publica en Página 12: “hay que filmar, sirve, hay que juntarse, desarrollar planes de lucha, hacer asambleas, seguir filmando, salir a la calle. Porque esta gente de mierda se va a ir, y nuestras películas que no ve nadie quedarán para siempre, y van a servir no solo para la resistencia, sino también para la reconstrucción”. Queremos creerle, necesitamos creerle. Prendo la televisión y en las noticias dicen que es el peor día de la semana: diez barrios sin luz, zonas inundadas, desamparo, y a la espera de casi 100mm de agua. Ahora sí, hay que suspender. Estamos a tiempo de reducir el impacto. Fede pasa el día en la sala de montaje, combate la ansiedad con proxys, pruebas y exports; yo con el plan de rodaje, muevo escenas, días, horarios. ¿Pudieron filmar?, qué cagada el clima, ¡no puede ser que tengan tanta mala leche!, pobres, ¿el rodaje sigue en pie? Un mensaje tras otro y otro y otro más… y así pasan las horas. De noche no puedo dormir. Me siento en el balcón a esperar a que llueva. Suspendimos la jornada, el pronóstico aseguró la tormenta final y ahora el cielo está oscuro pero quieto. ¿Acaso nos equivocamos otra vez? A las tres de la mañana, recién, se larga y me voy a la cama. Me despierto a las siete con bocinas y tránsito atascado. Preparo el mate, enciendo la computadora, hablo con Fede y todo vuelve a empezar. El tiempo contra nosotros o nosotros contra el tiempo. Hay crisis, hay dudas, hay obstáculos. No importa. A pesar de todo y contra todo, también hay una película por filmar. Que nadie lo olvide ni lo dude: siempre habrá una película por filmar.

 

Miércoles 13 de Marzo, Buenos Aires, Argentina.

 

*La película está escrita y dirigida por Federico Pozzi, protagonizada por él y Emilia Ickovic, y conformada por un hermoso equipo de trabajo.

**La nota a la que hace mención el texto, se llama “Optimismo” y fue publicada por Javier Diment el 9 de marzo, en el Diario Página 12.

Evita

Tengo el recuerdo

de una madre

a la que no conocí.

Era rubia, dicen

era puta, dicen

era loca.

 

Tengo el recuerdo

de una madre

a la que no conocí,

y sin embargo

la oigo maldecir a gritos

cada vez que un hombre

me dice que no puedo.

Yo la pagué

Primero pensé: la hija de puta de María Laura me cambió la cerradura. Es cierto que hacía meses que no estábamos bien, ¿pero para tanto? Ella obsesionada con tener un crío, y yo con comprarme una lancha para ir con los muchachos a pescar al Yabebiry. No tengo mucho tiempo, insistió, y después corrió a lo de la madre con el cuento: que Juan Bautista ya no me quiere, que no sé qué hacer, que se la pasa trabajando, que no me toca, que prefiere la televisión, que a veces hasta me grita y mil cosas más que después la arpía de mi suegra vino a reclamarme. Tenía que haberlo imaginado el día en que desapareció mi cuchillo de asador. María Laura sabía que era mi preferido, y después se la agarró con la camiseta de Guaraní, y con el perfume, el álbum de fotos de mi viaje de egresados, la mermelada de grosella, la boina marrón, el mate de carpincho que traje de Corrientes… Pero lo más raro fue lo de los CDs, porque eso sí lo pensó. Yo los iba poniendo uno por uno en el equipo de música y sonaba otra cosa: Chau Mario Bofil, Chau Pastor Luna, Chau Los Alonsitos. Ahora sonaba Karina La Princesita, siempre la misma canción: mentiroso, corazón mentiroso, te vas a arrepentir, cuando esté con otro. Eso habrá sido idea de mi suegra, porque María Laura no tiene tanta imaginación. Y ahora acá estoy, como un idiota que no puede entrar a su propia casa, porque esta casa es mía, yo la pagué, todita la pagué con la plata que heredé después de que mis padres se mataran en la ruta. María Laura no puso ni un tenedor, porque en eso es igual a la madre, mantenida y amarreta, aunque María Laura al menos cocina bien. También falta el auto y el perro, pero seguro que con el perro muy lejos no va a llegar, que espere a tener que ponerle la pipeta, ahí nomás vuelve y me lo trae. En fin, ella quiere que lo deje todo por crío, porque las mujeres son así, todas iguales, y yo tendría que haberlo previsto, porque ni ella ni mi suegra son de fiar. Tendría que haberle hecho caso a Ceferino cuando me dijo no te cases, Juan Bautista, venite conmigo al Paraguay… pero yo le dije que no, que Dios manda hogar y esposa… Y acá me tenés, sin poder abrir la puerta, sin perro, sin auto, sin mujer, y con mi suegra que vino a decirme que me calme y vuelva a mi casa, que me dé una ducha y llame a alguien, que María Laura está de vacaciones en Florianópolis con el marido y que por favor pare, y ahora que me dijo pará, yo le digo por qué, señora, por qué, mientras se acercan unas luces azules intermitentes y suena una sirena.

#7

Me entrego

a la flor

que se resiste

a la helada.

Jorge

Los primeros días de enero viajé a Alemania y tomé un tren desde Berlín a Bremen. Debo confesar que estaba nerviosa. Iba a visitar a Jorge, mi tío, el mellizo de mi mamá. Llevábamos años sin vernos y el único contacto que teníamos eran saludos escuetos por nuestros cumpleaños, que ni siquiera se daban con frecuencia. Fui empujada por la intuición, por una deuda pendiente, curiosidad, o la nostalgia de un pasado: el tiempo de los abuelos todavía vivos. Conocí su casa, su lugar de trabajo, el centro de la ciudad, algunas cafeterías y barrios pintorescos. Tomamos mate cocido y hablamos del clima, del transporte público, de Oberá. Una noche, nos descubrimos compartiendo calles de tierra roja y apellidos suecos, alemanes y polacos. Él no paraba de toser, yo de sonarme la nariz. Hacía frío y llovía siempre. La habitación que me preparó para dormir tenía una ventana inclinada a través de la cual veía correr el agua y a los árboles mecerse. Me acordé todo el tiempo de mi infancia, de la Oma y el Opa, de la casa de Beruti y José Ingenieros, de la bolsa de agua caliente, de los domingos en la chacra. De a poco, el hielo empezó a derretirse. Entendí cosas que antes no veía. Volví a formar parte de una familia que sólo habla alemán y seguí las conversaciones con un ping pong de miradas atentas. El lenguaje otra vez conocido. Perdido o desorientado. Una puerta ahora abierta. La comida caliente. Un sueño revelado. Un único y último abrazo en las vías del tren. Voces que se encuentran y se quiebran. ¡Chk-chk-chk! Locomotora en marcha. Atardece, me quito los guantes y el gorro. ¡Chk-chk-chk! Brota humo de mi silencio. ¡Chk-chk-chk! Otra oportunidad.

Bremen, Enero 2023

#Diario

Agustín

Ese día caminamos mucho, hablamos más. Algunas esquinas se tiñeron de humor ácido y otras de un silencio cómplice y abundante. Nunca hizo falta demasiado para entendernos. Agustín sacó una foto al atardecer en una calle lluviosa, otra para su madre, y yo a la verdulería Istambul. Terminamos en una cervecería de paredes verdes y mobiliario de madera. Hacía frío, aunque no tanto para enero. Yo incubaba una infección respiratoria y me sonaba la nariz cada dos minutos.

Berlín, Enero 2023.

#Diario

Alpedrete

Me tomé un tren sin saber a dónde iba. Llevé una mochila y un libro. Me senté del lado de la ventanilla y mientras el paisaje volaba, pude divisar un venado. Caminé sin rumbo. Compré dos mandarinas y un plátano. Se desdibujó la zona urbanizada, abrí un portón y entré. Mugidos cercanos. Un refugio, silencio. Abrí la mochila y saqué un termo con té de jengibre, limón y miel; un tapper de chipitas caseras que horneé antes de salir y un repasador manchado con lavandina. Dejé pasar el tiempo. Me encontré en el reflejo aguado de piedras y cielo. Húmedos los ojos, en pena la garganta. La tarde se puso fría. Quise volver, o no, lo hice por inercia, por obligación. Un niño manejaba un avión a control remoto. Zigzagueo frenético en el aire gris. Hubo un ruido, después vacío. El avión estrellado. Segundos más tarde, hundido.

Alpedetre, Enero 2023

#Diario

Marruecos

Esa excursión la hicimos en una combi que paraba cada dos o tres horas para ir al baño y tomar café. Me tocó sentarme al lado de la ventanilla y mi papá dijo “el mejor lugar para disfrutar del paisaje”. A él le había tocado en el medio y estaba enojado porque además de perderse la vista, su metro noventa y algo iba apretado y encorvado. A mi no me hacía falta nada más que recostar la cabeza contra el cristal y dejar caer los párpados para desaparecer hasta la próxima parada. Le hubiera cambiado de asiento pero él dijo que no, quería estar al lado de mamá. Esos meses dormí mucho, a cualquier hora, en cualquier sitio, sin importar las rutas, la buena educación y las oportunidades perdidas. Tiempo después, una librera me recomendó que leyera “Yo maté un perro en Rumanía” y me pareció que el libro había sido escrito para mí.

Marruecos, Marzo 2023

#Diario

Reponer

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Evita

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Jorge

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Merzouga

La noche que pasamos en el desierto cenamos y nos reunimos alrededor del fuego. Mamá y Marina bailaban y mi papá, que …

Oporto, día dos

Lloviznaba. Tomé aire y empecé a caminar. Portugal es un país de desniveles y casas encantadoras. Me metí en callecitas angostas hasta …

Oporto, día uno

A Oporto fui dos días y una noche. Salí de trabajar a las once y media, dormí cuatro horas y me subí …

Ry

Tongue. Laught. Dirty words. Shit. Hot. Dirty words. Sensorial perspective. Need the voice forever. Forever, forever and ever.   Catalunya, Junio de …

Antes de morirme debería viajar a Rusia y, en una noche de nieve, emborracharme en un bar hasta olvidarme el camino de …

Imposible

Si lo persigo, si lo ignoro, si lo contemplo; el horizonte siempre se sabe imposible.

Esa es la imagen que se ve desde la ventana de la que simula ser mi casa. En la buhardilla de atrás …

Llegué a Santander antes de que empezara el Congreso de Mujeres Cineastas. Con una mochila a cuestas, caminé por la ciudad. Vi …

Daiana llevaba siempre los colores del invierno berlinés. Una noche hacía mucho frío, estaba oscuro y casi no había alumbrado público. Daiana …

Hace poco revelé películas viejas y otras no tan viejas. Las hojas están vacías y acompaño la espera. Es lo que hay, …

Vamos a pasear al perro, dice y un vaho se le escapa por la boca. Guantes, gorro, medias y adiós al aroma …

Era en Abril

La casa es el cuerpo, el refugio, el santuario, la infancia. Sin la casa, me falta el aire, enmudece la noche, siento …

Camino ciudades por las que alguna vez caminamos juntos, busco re habitar espacios, mirarlos de nuevo (y como si fueran nuevos), aprensar, …

Torneo Clausura 2010

Diego Armando Maradona metió un gol que vi pintado en una pared de la Paternal cerca de la cancha que todavía arde …

#6

No sé cómo romper la angustia, encontrarle una grieta y dejar de morir cada noche, otra vez.

Caminé un largo rato hasta llegar al puerto. Me senté a pocos metros de un chico que cantaba flamenco bajo la sombra …

El paisaje viaja a gran velocidad a través de la ventanilla empañada. No alcanzo a congelar la flor en la retina, ni …

Recorro Chacarita hasta llegar a Paternal arriba de la línea 44, paso por la misma esquina de siempre, esa que tiene pintado …

#5

Mientras espero el fin de la hostilidad, partículas de fuego flotan en el aire.

Nana para Irupé

Duérmete niña Que la luna es un trampolín Y en ríos de leche tibia Serás sirena o delfín. .

#4

El cuerpo permanece enterrado en el corazón de un desierto, y yo agito los dedos al silencio.

Cosa de hombres

Los viernes por la mañana voy a la laguna con mi hermano Eli a esperar que las aves desciendan. Nos hemos construido …

¿Te acordás del campamento del Progreso Rowing Club? Fuimos a celebrar el último fin de semana de la colonia de vacaciones, el …

Justicia y venganza

En una mañana de sol y primavera, Betsabé en la terraza, mojaba su cuerpo desnudo. Su marido se había marchado junto al …

#3

Buscar la soga en la pluma. Si la pluma arde buscarla en la palabra de alguien que también esté solo.

Un volcán en erupción. La lava recorre las calles y se lleva puestas las casas, aunque tal vez sean sólo árboles, no …

#2

Te acuno en el vientre mientras duermo.

Ñangapirí

Hija de mi árbol de Pitanga, sobreviviente de climas kilómetros sueños rotos, ahora se eleva al sol y ensancha sus pequeñas ramas. …

Hace un tiempo mis papás intentan convencerme de varias formas para que fuera al pueblo, pero yo siempre no puedo, mamá, tengo …

Karaoke

Era de noche y habíamos quedado en encontrarnos con un grupo de chicos que nos invitó a salir. En verdad, uno de …

La Negra de esa noche no recuerda mucho. Trató de reconstruirla con imágenes borrosas y con los dichos de sus amigas, de …

Insomnio

Después de tragar la pastilla para dormir que el médico le recetó, Pina se acostó en la cama a esperar que pasaran …

#1

En ausencia de mí, me he encontrado.