La Negra de esa noche no recuerda mucho. Trató de reconstruirla con imágenes borrosas y con los dichos de sus amigas, de las amigas de sus amigas y de los que también estuvieron ahí; pero en realidad nadie sabía nada, o sabían muy poco, o no entendían. Sí recuerda la mañana siguiente: el dolor de cabeza, el maquillaje corrido, la remera de los Ramones puesta al revés, el vómito al lado de la cama y que no encontraba el celular. Lo tiene Anabela, lo guardó para que no se te pierda. Se encerró en el baño largo rato mientras del otro lado de la puerta la apuraban: el micro estaba listo para subir a la montaña y nadie quería perderse la oportunidad de conocer la nieve, conocerla de verdad. Ella tiritaba agarrada del inodoro, mientras trataba de ubicarse en tiempo y espacio. Dale, Negra, dejate de joder, dale que nos vamos. Se puso un buzo, se puso el traje, se puso medias y bolsas en los pies para el frío y después las botas, todo en cámara lenta, y salió a la calle. Ya ocupados los asientos del micro, todos cantaban al unísono la cumbia de moda. Mientras ella avanzaba por el pasillo en busca de un lugar, algunos la miraban y se reían. Sus compañeros se reían. Se sentó al lado de Julieta, que al instante le preguntó qué iba a hacer con Nicolás. No se puede creer, cinco mensajes te mandó, le encantás. Recordó que por la noche también se había encerrado en el baño, no en el del hotel sino en el boliche. Y que unos minutos antes de que fuera a encerrarse, Nicolás, el coordinador del viaje, le había invitado un trago a ella y a María, su mejor amiga, y que después María le gritaba desde afuera del baño que saliera, que saliera, que su celular no paraba de sonar y que era Nicolás el que llamaba. No seas cagona, Negra, si vas a arrugar le atiendo yo y le digo dónde estás. Como ella no sabía de qué mensajes le hablaban se hizo la desentendida, pero las chicas de adelante y de atrás empezaron a acercarse y se pusieron a opinar. Ella entonces se dio cuenta de que su celular todavía lo tenía Anabela, así que se levantó, lo recuperó, lo encendió y ahí entendió todo. Era cierto, tenía cinco mensajes de Nicolás que no dejaba de buscarla, de decirle que tal vez podían dormir juntos, que le quedaba re lindo el disfraz, que después se encontraban en el hotel, y qué lástima que tuviera novio. Todas sus amigas habían leído todo. Tuvimos que llamar al médico; respirabas, sí, pero nada más, y nos asustamos. El médico, al parecer, sólo le controló los signos vitales y se fue. No logró despertarla, pero al menos dejó más tranquilas a sus compañeras de cuarto. Su amiga María, en cambio, no durmió, dicen que recorrió todos los pisos del hotel buscando algo de alcohol. Anabela quiso frenarla y María le respondió con una cachetada que le marcó la cara, así que la dejaron ir nomás. Nicolás ya está allá, pero mirate, polvoreate un poco aunque sea. En eso llegaron a la montaña, y cuando bajaron del micro la Negra se enteró por Julieta de que en la noche también la habían visto a los besos con uno de otro colegio. La Negra le hizo prometer que jamás le iba a contar a nadie, y menos que menos a su novio y a sus papás; iba a ser ella la que se lo confesara a él, y de sus papás mejor ni hablar, porque se morirían de la tristeza y no le perdonarían nunca que los hubiera decepcionado. Igual pensó que no había tomado tanto, y que de hecho casi no había tomado nada; que, a diferencia de otras noches, sólo había probado el trago que le habían invitado y nada más. Ahí está, miralo. Te está mirando, saludalo. Dale, Negra, andá y saludalo. Nicolás la abrazó y le dio un beso muy suave en la mejilla. Ella sintió que se ponía colorada. Escuchó risas detrás. Se dio vuelta para ver quiénes eran, pero en ese momento Julieta sacó una cámara de fotos y les apuntó. La Negra se acomodó el pelo y mostró la sonrisa. Nicolás volvió a abrazarla. Alguien quiso colarse en la foto pero Julieta no lo dejó. Quedó re linda, miren, me encanta, juntos salen re bien. Empezó la excursión, y en la aerosilla le tocó con María. Ninguna hablaba. Cuando ganaron altura se balanceaban y a la Negra le dio un poco de miedo. Miró el paisaje todo blanco y sintió frío. Cuando termine este viaje de egresados y vuelva a Misiones, voy y se lo cuento todo a Javier; lo encaro y se lo digo: si me quiere, me va a querer igual. La aerosilla se balanceaba. O no, mejor no le digo nada, total a Julieta ya se lo hice prometer. Hacía mucho frío, y empezaban a caer pequeños copos de nieve. ¿Y qué pasa con la foto que me sacaron con Nicolás?, mirá si Julieta la sube a internet pero no, qué la va a subir, si yo le dije. Miró a María sentada junto a ella y pensó en decirle algo, preguntarle qué hacer, pero María parecía en otra, estaba en otra. Poco antes de que la aerosilla llegara a la cima de la montaña la Negra pensó: y eso que recién estamos en el segundo día del viaje.