Antes de morirme debería viajar a Rusia y, en una noche de nieve, emborracharme en un bar hasta olvidarme el camino de regreso al hotel de mala muerte donde dormiré. También debería tomarme un avión hasta Pakistán, volver a abrazar a mi amiga Hira Nabi y decirle 𝘮𝘢𝘪𝘯 𝘵𝘶𝘮𝘴𝘦, 𝘱𝘺𝘢𝘳 𝘬𝘢𝘳𝘵𝘢 𝘩𝘰𝘰𝘯. Debería ver las auroras boreales, pero no ir a verlas, verlas de casualidad, cuando pare a cenar un sandwich de jamón crudo, al costado de la ruta. Antes de morirme debería nadar desnuda en una playa desierta y transparente y por la noche estrenar un vestido en una fiesta en el Festival de Cannes. Para ser invitada a la fiesta en el Festival de Cannes debería primero filmar otra película, pero esta vez una buena de verdad, una que algún jurado quiera premiar. Antes de morirme también debería tener un hije, y ojalá ese hije pueda pagar aunque sea algún impuesto con los derechos de alguna obra que deje por ahí. También debería tener un restaurante a puertas cerradas como siempre soñé, manejar un Renault 12 Rural y vivir en Madrid.

17 de Marzo, 2021

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