Llegué a Santander antes de que empezara el Congreso de Mujeres Cineastas. Con una mochila a cuestas, caminé por la ciudad. Vi a Los Raqueros, visité la Catedral y pasé por el Palacio de la Magdalena. Me senté en el pasto, justo en un acantilado, donde podía ver a un hombre pescar. Aunque había sol, el viento frío me pegaba en la cara. Me sentí afortunada. Cerca de las dos, almorcé chipirones con vino blanco y la camarera me invitó un chupito de licor de crema, cortesía de la casa. Después, me fui a la playa del Sardinero y se largó a llover. Por suerte traía paraguas: lo abrí y contemplé el mar, hasta que se hizo la tarde y me fui al Hotel. Me pegué una ducha de agua caliente, tomé un té y me acosté a dormir. Era mi primera noche sola en mucho tiempo.

22/6/22

 

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