La noche que pasamos en el desierto cenamos y nos reunimos alrededor del fuego. Mamá y Marina bailaban y mi papá, que suele ser más tímido, se reía y movía pies y manos a lo loco. Tambores, cuerdas y dos italianos. Después de un año sin vernos, por fin compartíamos la música y el aire. Esa alegría en los ojos, inocente y sin mañana, me emocionó tanto que fui a buscar mi cámara y me puse a filmar imágenes que jamás volví a ver. Estrellas una al lado de la otra, juntitas, apretadas, muchas, como en el cielo de mi infancia. Chispas volaban en lo alto hasta extinguirse. Los colchones se hundían y nos abrazaban el sueño. Al día siguiente, un té caliente nos despertó justo a tiempo para alcanzar el amanecer. La arena anaranjada y el viento fuerte.

Merzouga, Marzo 2023

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