Lloviznaba. Tomé aire y empecé a caminar. Portugal es un país de desniveles y casas encantadoras. Me metí en callecitas angostas hasta perderme. El cielo se puso oscuro y la llovizna se convirtió en chaparrón. Divisé una puerta roja: Escondidinho do Barredo. Entré, dejé el paraguas en el suelo y me senté en la última mesa, frente a una anciana que vestía delantal y miraba las noticias en el televisor. Pedí todo lo que me recomendó el camarero: sardina, buñuelo de bacalao, media ración de ensalada de pulpo y una copa de vino verde. También le hice caso en mojar el pan en aceite de oliva. En un momento se acercó a preguntarme si estaba satisfecha, voy despacio, dije, y él meneó las caderas y agregó: si mueve el esqueleto entra todavía un poquito más.

Portugal, Diciembre 2022

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