Textos

Oporto, día dos

Lloviznaba. Tomé aire y empecé a caminar. Portugal es un país de desniveles y casas encantadoras. Me metí en callecitas angostas hasta perderme. El cielo se puso oscuro y la llovizna se convirtió en chaparrón. Divisé una puerta roja: Escondidinho do Barredo. Entré, dejé el paraguas en el suelo y me senté en la última mesa, frente a una anciana que vestía delantal y miraba las noticias en el televisor. Pedí todo lo que me recomendó el camarero: sardina, buñuelo de bacalao, media ración de ensalada de pulpo y una copa de vino verde. También le hice caso en mojar el pan en aceite de oliva. En un momento se acercó a preguntarme si estaba satisfecha, voy despacio, dije, y él meneó las caderas y agregó: si mueve el esqueleto entra todavía un poquito más.

Portugal, Diciembre 2022

#Diario

Oporto, día uno

A Oporto fui dos días y una noche. Salí de trabajar a las once y media, dormí cuatro horas y me subí a un avión con una mochila cargada de equipos. Caminé bajo la lluvia y me empapé las zapatillas. A la tarde conocí a Mateo, que me invitó un mate con sabor a tierra colorada y se nos piantó un lagrimón. Intenté filmar una escena de un documental que más que una película era un punto de fuga, un mirarme en el otro, un bálsamo para el desarraigo. A la noche ganó la Selección y festejamos junto a Mateo, Dai y unos cien argentinos más que cantaban las calles. Me abracé con un marroquí y compartimos la dicha. Hice una videollamada con mi mamá por cábala y por amor. Fue una locura, imposible de explicar, difícil de creer. A la mañana siguiente me desperté hinchada y sin voz. Subí y bajé escaleras; tomé vino, café y frío. A la imagen de la foto llegué por Piazzolla: un argentino tocaba el acordeón a orillas del río. Me senté en un banco y me largué a llorar. Los pájaros revoloteaban histéricos el cielo lleno de nubarrones. Si cierro los ojos, creo que todavía puedo escuchar la melodía. Ya en el aeropuerto, intercambié mensajes de audio con una amiga y en todos se me quebró la voz. De madrugada, un taxi me dejó en Lavapiés. Cuatro pisos por escalera y por fin mi habitación blanca y pequeña. Me desnudé y me metí en la cama bajo un edredón, un polar y una manta. A eso de las siete de la mañana me despertó la radio a todo volumen que solía poner mi compañera de piso en un altavoz al lado de mi puerta. No salí hasta las once, que me vestí de negro y me fui a trabajar. Bienvenidos, ¿qué les puedo ofrecer? Clásica, Trufada o de Chorizo Ibérico de Bellota. ¿Con pan? Una de Lotus y una de Pistacho. ¿Desean algo más?

Portugal, Diciembre 2022

#Diario

Ry

Tongue. Laught.

Dirty words.

Shit. Hot.

Dirty words.

Sensorial perspective.

Need the voice forever.

Forever, forever

and ever.

 

Catalunya, Junio de 2023

Diez cosas antes de morir

Antes de morirme debería viajar a Rusia y, en una noche de nieve, emborracharme en un bar hasta olvidarme el camino de regreso al hotel de mala muerte donde dormiré. También debería tomarme un avión hasta Pakistán, volver a abrazar a mi amiga Hira Nabi y decirle 𝘮𝘢𝘪𝘯 𝘵𝘶𝘮𝘴𝘦, 𝘱𝘺𝘢𝘳 𝘬𝘢𝘳𝘵𝘢 𝘩𝘰𝘰𝘯. Debería ver las auroras boreales, pero no ir a verlas, verlas de casualidad, cuando pare a cenar un sandwich de jamón crudo, al costado de la ruta. Antes de morirme debería nadar desnuda en una playa desierta y transparente y por la noche estrenar un vestido en una fiesta en el Festival de Cannes. Para ser invitada a la fiesta en el Festival de Cannes debería primero filmar otra película, pero esta vez una buena de verdad, una que algún jurado quiera premiar. Antes de morirme también debería tener un hije, y ojalá ese hije pueda pagar aunque sea algún impuesto con los derechos de alguna obra que deje por ahí. También debería tener un restaurante a puertas cerradas como siempre soñé, manejar un Renault 12 Rural y vivir en Madrid.

17 de Marzo, 2021

#Diario

Imposible

Si lo persigo,

si lo ignoro,

si lo contemplo;

el horizonte siempre se sabe

imposible.

Simulacro de casa

Esa es la imagen que se ve desde la ventana de la que simula ser mi casa. En la buhardilla de atrás vive un chico que toma mucho café y siempre está lavando platos. Tiene un tazón blanco y usa de pijama una remera azul eléctrico. En la de adelante no pasa nada, suele estar apagada y en silencio, aunque en verdad creo que soy yo que no alcanzo a ver lo que hay dentro.
Abajo hay una habitación rosa: luz rosa, alfombra rosa, cama rosa y sábanas rosas en las que descansan las piernas peludas de un hombre sin rostro, pero al que imagino morocho, de rulos y ojos verdes. A la izquierda, una pareja a la que le gusta los Red Hot Chili Peppers y fumar en el balcón. A la derecha, algunas plantas, un aire acondicionado, una bandera amarilla que dice: SOS Madrid, vecinos en peligro de extinción.
Las tardecitas se pintan magenta y a la noche, cada tanto, te despiertan los borrachos del bar ese al que fui la semana pasada. Antes de entrar dudé, pero después me metí igual y pregunté por la causa a la limeña que me habían recomendado un millón y medio de veces y que ya no quedaba: vendieron hasta la última porción y desde ese día no iban a hacer más. Me senté pero no para quedarme, me senté para recuperarme y nada más. Me ofrecieron una caña, una doble, un tinto de verano, un verdejo, un rioja, un ribera, un vermú. Rechacé todo y le dije a la mujer que yo solo venía por la comida, que no se preocupara, que mejor me iba, que suficiente traición era entrar al bar que me despertaba todas las madrugadas. La mujer se disculpó y prometió mantener a los borrachos callados o mandarlos a fumar a la otra esquina, y ahí le dije que ya fue, que no pasaba nada, que no me molestaba, que estaba todo bien, y me fui.
En el techo de enfrente también hay una chancleta de goma negra, que siempre me pregunto cómo fue a parar ahí y porqué no se cae ni con viento ni con lluvia.
A veces, y solo cuando hay sol, una gata se recuesta en el tejado. Entonces, busco el mate, me siento y pasamos un rato largo mirándonos.

 

#Diario

Lavapies, Madrid. Canon AE-1. Kodak Ultramax 400

Congreso de Mujeres Cineastas

Llegué a Santander antes de que empezara el Congreso de Mujeres Cineastas. Con una mochila a cuestas, caminé por la ciudad. Vi a Los Raqueros, visité la Catedral y pasé por el Palacio de la Magdalena. Me senté en el pasto, justo en un acantilado, donde podía ver a un hombre pescar. Aunque había sol, el viento frío me pegaba en la cara. Me sentí afortunada. Cerca de las dos, almorcé chipirones con vino blanco y la camarera me invitó un chupito de licor de crema, cortesía de la casa. Después, me fui a la playa del Sardinero y se largó a llover. Por suerte traía paraguas: lo abrí y contemplé el mar, hasta que se hizo la tarde y me fui al Hotel. Me pegué una ducha de agua caliente, tomé un té y me acosté a dormir. Era mi primera noche sola en mucho tiempo.

22/6/22

 

#Diario

Monopatín eléctrico

Daiana llevaba siempre los colores del invierno berlinés. Una noche hacía mucho frío, estaba oscuro y casi no había alumbrado público. Daiana manejaba y yo me abrazaba a su cintura. Me acuerdo que cerré los ojos y sentí el viento pegarme en la cara. Después le dije: “si me muero ahora, me moriría feliz”. Tan así, que hasta lo quise.

#Diario

13 de Marzo, 2023

Hace poco revelé películas viejas y otras no tan viejas. Las hojas están vacías y acompaño la espera. Es lo que hay, lo que toca, lo que tengo. Creerse quieto, a veces, es puro movimiento. Aunque lento, resisto y camino. Busco conmoverme con pequeñas cosas, no perder el asombro, mantener la fe. Robo imágenes al mundo para construir mi propia memoria y ejercitar el pensamiento. Me hago demasiadas preguntas, todo el tiempo, a toda hora, hasta en sueños. Escucho, miro, aprendo. Intento encapsular el instante, recuperar un tiempo antiguo, pasado de moda, en peligro de extinción. No puedo, no recuerdo y sin embargo, siento. Entonces me desdoblo entre el frenesí cotidiano y el derecho a la pausa que no encuentro.

Voy hacia allí. Una pulsión. Un deseo.

Todavía escucho algo, a lo lejos y en susurros.

¿Será la lluvia, por fin, mi lluvia?

Y además, no sabía que podían doler tanto los pies.

 

#Diario

Tres en Polonia

Vamos a pasear al perro, dice y un vaho se le escapa por la boca. Guantes, gorro, medias y adiós al aroma a café de después de comer. El parque alfombrado de blanco y los árboles secos. Ellos conversan y él, llamémosle Siła, va de acá para allá, con las patas sucias y cada vez más húmedas. Más tarde, y con la calefacción encendida, los tres sueñan bajo el mismo edredón.

Polonia. Canon AE-1. Kodak Portra 400.

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